domingo, 17 de enero de 2010

Lucha anti-terrorista

« No podemos esperar nada del gobierno actual, contra el que estamos en abierta insurrección. No escribiremos una línea, no diremos una palabra, no derramaremos una sola gota de sangre para defenderlo ! ». Leon Degrelle



Para esta maquina gigantesca que llamaremos sistema somos un engranaje reemplazable y un efímero sostén de la democracia. Un consumidor. Una unidad de producción a la que pretende metersele por los ojos que vive en el imperio de la libertad, la seguridad juridica, el derecho y la dignidad nacional. Y cómo no aceptar servilmente aquellas « verdades » y el rol que nos es asignado, si somos educados para ello, bombardeados día tras día por su prensa, su television y su publicidad.

Mas, ¿Qué libertad poseemos ? ¿la libertad para morir de hambre ? ¿la libertad para sumar un insignificante voto al conteo que decide el color del proximo partido al poder ? ¿Libertad significa tener una ciudad contaminada de publicidades y carteles luminosos diciéndonos que créer, cómo actuar, por quien votar y qué consumir?
A muchos nos causa nausea aquella « libertad » burguesa. Y por eso rechazamos la vida que pretende sernos impuesta. Rechazamos aceptar sus leyes hipocritas. Rechazamos aquellos prototipos productivos en los que la vida es sólo el tiempo que necesitamos para ser educados, optener un titulo y poder ser empleados en un trabajo –al que odiamos- y consumir basura que no necesitamos.

¿Libertad es que se especule con nuestra tierra y los frutos de nuestro trabajo en bolsas de comercio donde los poderosos hacen sus festines festejando la desgracia de pueblos enteros?


Nuestro pueblo esta sumido en la miseria. Esta verdad es innegable. Pero la lucha por condiciones dignas y bienestar real para él se ve totalmente eclipsada por la bandera burguesa de los dueños del poder : la lucha contra el terrorismo.
Y entonces, con las poderosas voces de los canales privados –Caracol y RCN- son silenciadas todas las opiniones que pretendan divergir. Pobreza, desempleo, miseria, contaminacion, inseguridad, corrupción, problemas de salud publica….. todo se reduce a palabras que desaparecen tras lo que parece ser el unico enemigo : El terrorismo.

¿Pero tienen ellos el derecho para hablar de terrorismo ? Hoy los regímenes democráticos que tan pomposamente rechazan la violencia (la fuerza) y su uso se embarcan, sin rubor, en guerras ilegales (Irak es la más reciente) o en el uso injustificado de la fuerza contra civiles (antidisturbios, agresiones en comisarías, etc.). El rechazo de las clases dominantes a la violencia es una hipocresía.

La justicia no existe más que para unos pocos. ¿por qué tanta unanimidad?

Mientras nuestro pueblo entraga los productos de su trabajo a cambio de salarios de miseria, los mismos que desde siempre dicen « hacer politica » se llenan los bolsillos. Mientras el modelo agrario de nuestro pais sigue teniendo una estructura casi feudal, en la que grandes consentraciones de tierra son utilizadas para cultivos ridiculos –como la forma arcaica en que se produce café, de la que los unicos beneficiados son unos pocos- el pueblo muere literalmente de hambre. No se habla de tecnificación, reforma agraria, educación : solo sobre la insurgencia.

El Estado moviliza todas sus fuerzas en la lucha contra la insurgencia. Una solución negociada aparece frente a todos como un sin-sentido. Escuchar al « traidor » es imposible para el Estado.
Pero su objetivo real, más que el sostenimiento de la justicia es SU propio mantenimiento y reproducción. Y mientras hipocritamente repite discursos contagiados por un falso orgullo, en el fondo no se diferencia de aquel « mal » al que combate.
Nos habla del narcotrafico y la financiacion de de las guerrillas por medio de las drogas ; cuando bajo su monopolio abraza el consumo de alcohol y otras drogas « menores », ademas de la legalizacion del juego y la regulación de la prostitucion.


La mounstruosa maquinaria belica desarrollada por el estado pareciera tener su razon de ser, más en la garantia de la sumisión del pueblo que de su protección. La sola idea de protestar o pasar a la acción en busca de justicia y la resolución de nuestros problemas sociales se desvanece con la idea de la autoridad. La oposicion a un sistema reproductor de miseria desaparece inmediatamente ante el terror que produce su potencia, su monopolio de la fuerza.

La fuerza es la coacción ejercida por las estructuras de poder jerarquizadas, sobretodo el estado, para mantener en una situación de sumisión a las masas desfavorecidas en el reparto del poder. Hoy en día no es necesario que el señor feudal llame a nuestra puerta para solicitar el diezmo, el banco toma lo que le debemos de nuestras cuentas bancarias.
La policía y el ejército cumplen su función disuasoria sin necesidad de usar la fuerza bruta, basta hacer alarde de fuerzas para mantener el control sobre la población. Las hordas policiales no tienen que venir a desalojarnos de nuestras casas si nos negamos a admitir la extorsión de los bancos y del estado, nosotros mismos, concientes de nuestra impotencia, abandonamos nuestra propiedad para regocijo de los acreedores. Esta es la fuerza que día a día en toda estructura opresiva se ejerce sobre la masa desconcertada.
El uso de aquella potencia descomunal en sí mismo es terrorismo. Porque es a causa del terror generado desde el estado que las masas permanecen calladas (y no se diferencia en nada al terror de la bomba revelde) ; es a travez del terror que se impone la miseria y la sumision a ella como ley –esto sin contar desapariciones forzadas, asesinatos a sindicalistas, falsos positivos .
No pretendemos con este articulo una defensa a los actos violentos ejercidos por grupos armados insurgentes contra un poblacion civil ; pero nos es imposible mantener oculto el asco que nos producen aquellos « politicos » en su alarde de lucha contra el terrorismo y la violencia.

No podemos dejar caer en el olvido la memoria de aquellos heroes casi anonimos, que han dado su vida por un ideal, por una justicia real, y han sido silenciados. Y para honrarlos, el unico camino es la continuacion de la lucha por la dignidad, el bienestas y la autodeterminacion de nuestro pueblo.

"La revolución no pretende la regeneración del capitalismo ni las concesiones que los socialistas parlamentarios prodigan a sus siervos votantes (...)



(...) La fuerza tiene como objeto imponer la organización de determinado orden social en el cual gobierna una minoría, mientras que la violencia tiende a la destrucción de ese orden. La burguesía ha empleado la fuerza desde el comienzo de los tiempos modernos…"

George Sorel; Reflexiones sobre la violencia.

lunes, 11 de enero de 2010

EL FASCISMO, FENÓMENO REVOLUCIONARIO

Que el fenómeno fascista pertenece al orden de los acontecimientos revolucionarios, nutridos con un estricto espíritu de la época, es para nosotros un hecho incontestable. ¿Qué hemos de pedirle en estos tiempos a un hecho político destacado para poderlo situar en la órbita revolucionaria, en la línea subversiva de servicio a la misión creadora y liberadora que corresponde a nuestra época? Sencillamente lo que sigue:

I) Que contribuya a descomponer las instituciones políticas y económicas que constituyen el basamento del régimen liberal-burgués, y ello, claro, sin facilitar la más mínima victoria a las fuerzas propiamente feudales.

II) Que al arrebatar a la burguesía el papel de monopolizadora de todo el timón dirigente, edifique un nuevo Estado nacional, en el que los trabajadores, la clase obrera, colabore en la misión histórica de la Patria, en el destino asignado a «todo el pueblo».

III) Que tienda a subvertir el actual estancamiento de las clases, postulando un régimen social que base el equilibrio económico, no en el sistema de los provechos privados, sino en el interés colectivo, común y general de todo el pueblo.

IV) Que su triunfo se deba realmente al esfuerzo de las generaciones recién surgidas, manteniendo un orden de coacción armada como garantía de la revolución.


Es evidente que el fascismo italiano admite ese cuadrilátero, y que los fascistas creen de veras que ése es el sentido histórico de la marcha sobre Roma. Ahora bien, que la subversión haya sido quizá en exceso modesta, que el influjo de los viejos poderes antihistóricos, representativos de la gran burguesía y del espíritu reaccionario, sea aún excesivo, etc., todo eso, aun aceptado, no priva a la revolución fascista del carácter que le adscribimos, y admite explicaciones muy varias. Una de ellas, la de que todo régimen necesita una base de sostenimiento lo más ancha posible, y si el fascismo, por llegar a la victoria tras de una pugna con parte de una clase obrera de tendencia marxista, se vio privado de la debida adhesión y colaboración de varios núcleos proletarios, tuvo que apoyarse más de lo conveniente en una constelación social distinta.

Mussolini rectificó, con el fascismo, la línea que los bolcheviques se afanaban en presentar como la única con derecho a monopolizar la subversión moderna. Para ello, lo primero fue considerarla como desorbitada y monstruosa en su doble signo primordial y característico: la dictadura proletaria y la destrucción de «lo nacional», es decir, el aniquilamiento político absoluto de todo lo que no fuese «proletario», y el aniquilamiento histórico, igualmente absoluto, de «la Patria».

El fascismo estaba conforme, sin duda, en reconocer la razón histórica del proletariado, la justicia de su ascensión a ser de un modo directo una de las fuerzas sostenedoras del Estado nuevo. No aceptaba su carácter único, su dictadura de clase contra la nación entera, y menos aún que eso aceptaba el signo internacional, antiitaliano, de la revolución bolchevique.

Mussolini demostró con sus «fascios» que no podía ser exacta la imputación que los «rojos» hacían a «toda la burguesía», es decir, a todo «lo extraproletario», de ser residuos podridos y moribundos. Para defensa de Italia, para machacar una revolución que él creía en aquellos dos ordenes monstruosa e injusta, movilizó masas de combatientes, extraídos de aquí y de allí -muchos de ellos ex-militantes anarquistas y socialistas-, en gran parte procedentes de los sectores señalados por los marxistas como moribundos. Su actuación, heroica en muchos casos, al servicio, no del orden vigente y de la sensatez conservadora, sino de una revolución «italiana», se impuso como más vigorosa, más profunda y popular que la actuación paralela desarrollada por el bolchevismo.

El fascismo reveló la existencia de unas juventudes, de una masa activa, extraída en general de las clases medias, que se montaba sobre la pugna de las clases, contra el egoísmo y el pasadismo de la burguesía y contra el relajamiento antinacional y exclusivista de los "proletarios". E hizo de esas fuerzas una palanca subversiva, desencadenada contra lo que de veras había de podrido y moribundo en la burguesía, que era su Estado mohoso, su democracia parlamentaria, su cazurrería explotadora de los desposeídos con la artimaña de la libertad, su sistema económico capitalista y su vivir mismo ajeno y extraño al servicio patriótico y nacional de Italia. Ahora bien, esa palanca no podía ser a la vez una revolución anti-proletaria, anti-obrera. Eso lo vio y tenía que verlo Mussolini, antiguo marxista, hombre absolutamente nada reaccionario, para quien la primera verdad social y política de la época, verdad de signo terrible para quien la ignore, consistía en la ascensión de los trabajadores, en su elevación a columna fundamental del Estado nuevo.

Ledesma